lunes, 11 de febrero de 2008

!Qué poca prisa se da el amor!


¿Será esa una afirmación cierta? Sea como sea, la novela "Qué poca prisa se da el amor" vamos a utilizar como enlace para relacionarla con una festividad tan encantadora para unos y tan odiada para otros, como es... !San Valentín!
De todos es bien sabido que este día, en el que semanas antes las tiendas se llenan de corazones, angelotes, rosas y peluches de osos amorosos, en un invento puramente comercial. (Y ahí tenemos el ejemplo del día del Padre, de la Madre... próximamente, el día del Hijo, del Amigo, de la Abuela y del Primo Segundo por Parte de Padre) Pero aún así, por mucho que neguemos nuestro afán comercial, casi siempre compramos algo, más que nada, porque la pareja nos espera con las manos bien abiertas esperando recibir el regalo.
Trata de Alejandro, un muchacho de 17 años que se tiene que quedar estudiando un verano en su casa de Madrid porque ha suspendido Selectividad, mientras su familia marcha para la playa. Y como a falta de pan, buenas son tortas, el muchacho se enamora de la única mujer que pasa cuatro horas al día, tres veces por semana en su casa: la señora de la limpieza (o señorita, en este caso) Ella también acaba enamorándose de él, pero como no podía ser tan fácil la historia, ambos se niegan a reconocer el hecho a causa de sus diferencias socioeconómicas. Así pasa la historia, entre ese "tira y afloja", con la aparición en escena de unos amigos bastante divertidos que están engachados a la Play, de la madre del chico que llama cada dos por tres y de su padre y hermano restregándole lo bien que se lo están pasando mientras el (supuestamente) estudia en Madrid.
Sigue un lenguaje muy informal, por lo que el libro es perfecto para personas poco iniciadas a la temática romántica y que les gustaría comenzar por algo que no sea demasiado empalagoso, pues aquí tienen "Qué poca prisa se da el amor" de Martín Casariego.

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